En estos últimos días (y evidentemente tras la victoria del PRI), surgieron las dudas acerca de la elección –su legitimidad para cierto sector de la población-, de cómo será la presidencia de EPN, de qué hará en su gestión y por supuesto si el viejo PRI amenaza con una regresión a la joven democracia mexicana, todo esto mezclándose ha venido mostrándose como una gran incógnita sobre el futuro próximo. No obstante, y pese a la importancia de esto, lo preocupante no son las elecciones, sino cómo se ha interpretado el proceso completo.
Ahora, el punto en éste escrito no es el enjuiciamiento del proceso electoral o su apología, sino, -en México- su análisis. En múltiples espacios se ha escuchado hablar de las irregularidades que hubo en las elecciones (aun no demostradas), empero; ¿Quién en verdad se sorprende al ver un partido que busca el poder y que hace todo lo posible para obtenerlo?
Quizá para muchos las elecciones representan algo muy banal, una práctica que se realiza de tanto en tanto, y que al final los mismos gobiernan y/o los mismos lo hacen igual… Empero, las elecciones representan algo más que una simple acción aislada; la votación es cerrar la brecha, entre lo que los tomadores de decisiones hacen y lo que la mayoría de la opinión pública aprueba, se trata pues, de la renovación del contrato social. Y dada la naturaleza de la democracia en la elección se dará la “victoria” a quien obtenga mayor cantidad de votos. ¡El derecho a la mayoría de implementar las políticas que gusten!
La democracia[1] es esencialmente una manera de repartir el poder, el poder para gobernar, el poder para dominar de común acuerdo ¿a quiénes? A los ciudadanos evidentemente, ya hace algunos siglos Maquiavelo hablaba de la manera de cómo mantener el poder y expandirlo[2]… y si bien de esto se dijo hace mucho, las mismas practicas pueden ser adaptadas para estos tiempos, aunque se tienen que hacer los matices en el análisis porque es obvio que la sociedad ha ido evolucionando, las costumbres han ido cambiando y las maneras en cómo se organiza y exige sus derechos igualmente.
Lo que no cambia, ¡lo real! resulta que la política sigue siendo ese juego de obtención del poder, y si bien los mecanismos para hacerse del mismo han ido “civilizándose” siguen siendo un juego sucio, que responde en cierto sentido la pregunta inicial, y es que para obtener el poder y conservarlo se vale de todo[3], no es como si fuera un asunto maniqueo, a todos los partidos les conviene ganar y todos saben que aparentar que actúan dentro del marco de la ley les beneficia ante la opinión pública, pero en ultima instancia romper las reglas puede garantizar una victoria en la inmediatez, los partidos y sus candidatos buscaran; engañar, presumir logros, manipular, repartir dinero, pactar con grupos de poder, lo que sea que este a su alcance para obtener un posicionamiento frente a la opinión pública y alcanzar sus objetivos: ¡poder!
Evidentemente los distintos actores del sistema político entran en pugna para defender o expandir sus influencias, incluyendo a la ciudadanía misma, y todos utilizan lo que esté a su alcance para lograrlo, sea pues: la televisoras la difusión de información conveniente; los ciudadanos marchas y plantones; los políticos, sus discursos y promesas; los empresarios, su dinero y diversos recursos, las religiones, la fe… pedir que no se realicen dichos contrapesos es pedir una sociedad sin movimientos, inerte y sin conflicto, ¡un edén!
En el caso de la legitimidad, esta no importa mucho porque en términos brutos el numero de votantes que ganan las elecciones es siempre una minoría, es decir, ¡la legalidad termina siendo la ultima legitimadora! Y ganar con fraude, irregularidades, golpes bajos siempre sigue siendo victoria… y aunque no es un juego cualquiera, sino el futuro de un país lo que se pone en la mesa, siempre es mejor resolver quién gobernará con elecciones y no con golpes de Estado y muertos. En éste sentido la democracia es perfectible, los cambios se darán con el devenir de la sociedad, pero nunca debe esperarse que una manera de elegir gobierno resuelva la vida a todos. Es decir, ayuda pero evidentemente no salva.
Jose Luis Serapio Juárez
[1] La democracia entendida como prescriptiva y descriptiva, en este escrito se utiliza sólo la parte descriptiva y pese que no se niega la parte prescriptiva (y su utilidad) para este caso no es menester utilizarla. Sartori, (2008) ¿Qué es la democracia? Editorial Taurus. México, DF. pág. 27
[2] En el primer capitulo del príncipe Maquiavelo menciona las maneras de adquirir un principado: por las armas propias o por las ajenas, por la suerte o por la virtud. (2007, pág. 6))
[3] Maquiavelo desarrolla esta idea a lo largo de su libro el príncipe, desde cómo se adquieren los principados hasta cómo se debe actuar siendo príncipe para mantener el poder… Maquiavelo, (2007) El príncipe, editorial. Tomo. México, DF.
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