lunes, 2 de julio de 2012

Génesis del PRI





Ante el regreso del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia, es conveniente realizar un breve repaso histórico de esta singular fuerza política mexicana desde su nacimiento:

El PRI, gran hegemón político en México durante siete décadas, fue producto de la Revolución de 1917. Ideado para consolidar los ideales emanados la lucha social y para agrupar y buscar consenso entre los sectores más numerosos de la sociedad - a saber, obreros, campesinos y militares. En ese sentido, el partido proporcionaba a esos grupos representación en el gobierno a través de diputaciones federales, locales, gobernaturas estatales y presidencias municipales.

De este modo, el líder máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles, concibió al Partido Nacional Revolucionario[1] como un mecanismo para centralizar y amasar poder, ya que gran parte de la sociedad mexicana encontraba representación en el partido, y de éste emergía el candidato presidencial que irremediablemente sería electo presidente de la república. Así, los campesinos, los obreros y demás grupos sociales estaban supeditados a la figura presidencial.

Un aspecto de suma importancia en ese proceso fue la eliminación  de la figura del caudillismo en la política nacional y como respuesta se fijó el poder, casi absoluto, en la presidencia, de forma que se renovaría cada seis años a través de elecciones. Una vez que el partido designaba al candidato, éste sería indudablemente el nuevo presidente.

El presidente no era elegido en las urnas, aquello sólo era un escaparate que daba legitimidad democrática al gobierno. La distribución de recursos, la designación de funcionarios y la toma de decisiones no era en virtud de favorecer a la población. Las respuestas que el gobierno ofrecía correspondían a las demandas y exigencias de grupos bien definidos dentro de la vida política. El sistema funcionaba a través de corporativismo: los empresarios, los sindicatos, las cámaras de comerciales y patronales, las agrupaciones obreras y campesinas, los cacicazgos locales negociaban con el gobierno políticas que les beneficiaran en específico. Un ciudadano no tenía los medios para hacer eco en el sistema.

La gran mayoría de la población muchas veces quedaba al margen de esas decisiones. Sin embargo, el gobierno tampoco les descuidaba del todo: a través de programas de apoyo social y del reparto agrario, los beneficiados quedaban ligados al gobierno. Para recibir la asistencia debían manifestarse a favor del partido, del presidente, ya fuera por su voto o por asistir a mítines. Así se consolidaba el clientelismo político. 

La escasa transparencia al interior del partido y del gobierno – en realidad no existía una separación clara entre ambos- exacerbó los niveles de corrupción. Para obtener un apoyo o una legislación más favorable, el interesado otorgaba un regalo al funcionario o al diputado. Es común afirmar que la corrupción facilitaba el funcionamiento de las relaciones intergubernamentales. La corrupción era el lubricante del sistema.[2]

Es importante subrayar el funcionamiento de la sucesión en los cargos públicos dentro de la vida política. Es allí donde se reproducía el sistema. Un funcionario que pecó de corrupto no podía ser denunciado por su sucesor, porque gracias a él ocupa su actual cargo. Esta suerte de lealtad generaba un proceso continuo de impunidad en todos los niveles, desde el presidente de la República entrante que no iniciaba investigaciones contra su antecesor por evidente abuso de autoridad, hasta el servidor municipal que debía su puesto al  jefe inmediato. Este hecho, sin embargo, causaba cierta rotación en la política. Se refrescaban los puestos, las personas que pasaban a trabajar para el gobierno tenían verdaderas oportunidades de ascender en el escalafón político, con la única condición de no levantar el dedo contra sus padrinos.  

Siete décadas en la presidencia. Justo es decirlo, el PRI fue el eje central del sistema político mexicano durante el siglo XX. Tras doce años de estar alejado de los Pinos, la mayoría del electorado mexicano quiere su regreso. Sólo un verdadero análisis exhaustivo de la vida política nacional permitiría entrever la posibilidad de que el PRI retome las viejas prácticas aquí descritas. 

Alejandro Vargas



[1] Partido Nacional Revolucionario fue el primer nombre. En 1938 con la exclusión de Calles del partido y la inclusión de más centrales obreras se cambió el nombre a Partido de la Revolución Mexicana. En 1946 pasó a llamarse definitivamente Partido Revolucionario Institucional, por la consideración de que se lograron las metas principales de la Revolución de 1917. 
[2] Riding Alan, Vecinos distantes: Un retrato de los mexicanos. Joaquin Mostis. p. 140.  

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